sábado, 30 de octubre de 2010

Textos (Horacio) Taller Virtual


CRIMEN Y CASTIGO

     Ahí está, todavía con su pistola humeante. ¿Quién otro? Yo sé lo que te digo, fue ése, Juan Lisandro de la Serna. Mucho nombre pero siempre fue un borracho empedernido. Yo varias veces vi como la maltrataba cuando venía medio pasado de copas. Una vez le pegó tan fuerte que también vino la policía. Bueno, convengamos que ella no era trigo limpio. Esa vez que la fajó dicen que fue porque la había encontrado con otro en la cama. Yo sabía que esto iba a terminar mal pero nadie me dio bola. Todo el mundo opinaba que Juan era un buen tipo pero a mí nunca me gustó. Es de esos falsos que te da la mano como si fuera un flan. Y sí, fui yo quien llamó de nuevo a la policía cuando escuché el tiro. Pero no hubo nada que hacer. Tenía un balazo en la sien. Qué sé yo, capaz que la encontró con otro tipo, pero nadie vio nada.
    Mirá, ahora se lo están llevando a Juan. Las dos manos manchadas de sangre como si se hubiera tirado arriba del cadáver. Le viste la cara de mosquita muerta. Parece un monaguillo el muy turro. Yo no digo que no tuviera motivos, pero nadie se podía imaginar que ese petiso con cara de carmelita iba a ser capaz de semejante atrocidad. Ahora mucho lío, pero seguro que por eso de la buena conducta y el dos por uno, dentro de cinco años, lo tenemos de nuevo en el barrio. Y a ella, ¿quién le devuelve la vida? La policía ya está cansada, entran por una puerta y salen por la otra. Deberían pegarle un tiro y a otra cosa. Yo no sé qué es lo que tienen que probar los abogados, si lo encontraron con la pistola en la mano. Miralo como llora. Seguramente está pensando en lo que le va tocar a él. Ese Juan, muy aristocrático y muy religioso, pero al final, no es otra cosa más que un enano sin sentimientos.
  Vení, vamos a acercarnos y de paso nos enteramos de más detalles. Permítame pasar, agente. Estos canas siempre agarrándoselas con personas como uno. Déjenme pasar. Después van a venir a preguntarme y yo les voy a pagar con la misma moneda. Sí ya sé que está todo vallado, pero podrían dejar ver aunque sea desde la ventana. Pará, callate, que están los de la tele hablando con algún capo.
  ¿Oíste lo que le dijo el comisario al reportero? ¿De veras no escuchaste? Está diciendo que la pobre se suicidó. Te dije que algo raro había pasado y como te habrás dado cuenta, yo, desde el primer momento, la tenía clarísima. 

         Autor: Horacio Ángel Lopardo- Villa Elisa - Octubre 2010 -

4 comentarios:

  1. Si, si, lo vi, Horacio, vi por los ojos del narrador que este Juan está hasta las manos!
    Me gustó sentirme como participando del hecho.

    Bien logrado, Horacio! Acompaño y apoyo esto que se mueve al momento de crear… Exitos!

    Sigamos por más!!
    Sabrina

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  2. Muy buenoo!! Qué gran imaginación Horacio!! No me olvido más de Juan Lisandro de la Serna...Cuántas personas se me vienen a la mente con este tipo de personalidades...Te felicito!! Vamos por más!

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  3. Tipico de los que se meten en todo y todo lo saben, antes de conocer los hechos verdaderos.

    Muy bueno Horacio.

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  4. me pareció muy interesante,al principio una narracion clara,fluída,lenguaje bien logrado,típico del chismoso del barrio.Y luego hacia el final, la sorpresa de encontrarse con uno de estos irremediables que siempre hablan por hablar....bien logrado!

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