Tal vez, para abordar un tema tan difícil, como podría ser el de la demencia, la mejor manera de hacerlo sea, como propone su autora, Patricia Bence Castilla, hacerlo por caminos laterales, utilizando para ello la voz de un personaje en primera persona, que no ofrece, aparentemente, ninguna amenaza para el lector, ya que se trata de una adolescente. Esta novela comienza a tramarse desde la disciplina rígida de un colegio religioso, donde la protagonista se encuentra internada, y que, capítulo a capítulo, se va abriendo hacia los lugares más oscuros, hasta adentrarse de lleno, en un neuropsiquíatrico, valiéndose de diferentes ardides, para lograrlo.
"Ahogar la sed" propone entrar en un mundo subterráneo, lo hace de la mano de esta adolescente, que a junto a su amiga y compañera de habitación, desnuda verdades en una forma lúdica. Esta amistad será el resorte que servirá de pretexto para sumergirse de lleno en ese lugar fronterizo entre la escuela y el nosocomio. La protagonista, tratará de cruzar ese hilo invisible, para rescatar a su madre (rescatarse a sí misma).
En esta búsqueda, aparece una suerte de desdoblamiento, que va desnudando, una a una, no solo a la demencia misma, a las instituciones, a su falta de compromiso, sino que deja emerger, también, la cruda verdad sobre los enfermos mentales internados en distintos nosocomios del país, que muy lejos están, aún hoy, de ser seriamente abordados.
Este es un libro duro, donde la psicología de los personajes está bien definida: una adolescente hebefrénica, una compañerita que aparece como una frontera; un límite, dentro de una sociedad que mira hacia otro lado.
Difícil inmiscuirse en este mundo de "Ahogar la sed", sin replantearse la demencia desde otro lugar:
El propio límite.
Ediciones Ruinas Circulares
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