viernes, 5 de noviembre de 2010

Texto (Sergio) Taller virtual

BIOGRAFÍA
             Cuando sonó la campanada pensaba en la vez que con los chicos del barrio habían pescado el bagre en la laguna: Perico se cayó al agua y tuvo que tirarse a sacarlo, el boludo no sabía nadar. Para cuando escuchó la segunda, estaba recordando la felpeada que le pegó su mamá por embarrarse las únicas zapatillas que tenía, buena tipa su vieja, lástima que haya tenido que laburar tanto en su vida, y eso no perdona, a la larga se siente. Con la tercera le llegó la imagen de cuando se tomaron la botella de whisky que robaron en el súper, ¡qué pedo que se agarraron!, pensar que al viejo del Luis le dijeron que habían comido mucho chocolate y les cayó mal. En el instante que el aire retumbaba con la cuarta campanada se acordó del primer baile, el del Club Progreso, cuando bailó con esa mina más grande que él, la primera vez que supo lo que era besar a una mujer. Mientras sonaba la quinta se veía en aquél barcito, con Liliana, cuando por fin aceptó la invitación a salir, con ella no había sido como con la mina del baile, apenas si lo dejaba llevarla de la mano, ¡qué mujer Liliana!, tal vez se hubiera merecido un tipo mejor que él. La sexta lo sorprendió con el recuerdo del nacimiento de su hija, la mayor, mirá que la cuidaron, la mejor del colegio, la mejor compañera, la primera en recibirse en la facultad, pero a estos hijos de puta no les importa eso, mejor dicho, sí les importa, les importa mucho: también es a los primeros que les caen. El sonido de la séptima campanada lo alcanzó mientras sonreía, sonreía porque estaba acordándose de la alegría que le dio entrar en la fábrica, no era un laburo cualquiera, en ese tiempo a los trabajadores se los respetaba, porque como decía la jefa: el trabajo dignifica, además pudo mantener a su familia sin que su mujer tuviera que andar saliendo de la casa, no como ahora, que más de una mantiene al marido. El octavo repique se escuchó distinto, más profundo, más grave, solemne, apropiado al momento de vida que evocaba, era el día en que lo eligieron delegado, para él fue orgullo, deber, compromiso, responsabilidad, todo eso más la oportunidad de llevar adelante lo que siempre había anhelado, la oportunidad de luchar porque las cosas sean más justas, más parejas. Precisamente se estaba acordando de la primera huelga que hicieron cuando la campanada número nueve se extendió en el espacio, amplia, duradera, con retumbos de bronce; qué flor de quilombo les armaron esa vez a los gringos, les llamó la atención lo fácil que consiguieron casi todo, pero el asunto venía por otro lado, venía por el lado de las listas, ahí marcaron a varios. La décima campanada le trajo a la memoria al Gallego Rodríguez, que fue el primero en palmarla, entonces muchos arrugaron, se habló de la conveniencia de acordar con la patronal, de ceder en algunos puntos, recuerda cómo los mandó a la mierda y los llamó traidores, vaya a saber, a lo mejor si les hacía caso muchos seguirían vivos. La número once lo encontró pensando en la tortura, en cómo uno cree que no hay modo en que puedan quebrarlo, en lo equivocado que estaba. Después gastó el tiro que le quedaba y con el último tañido, mordió la pastilla.  

Autor: Sergio Carlos Sánchez (Seudónimo Adrián Peña)- San Francisco - Córdoba - Noviembre 2010
 

6 comentarios:

  1. tu cuento se hace interesante por la forma de narrarlo.Te hace crear la necesidad de seguir leyendo a medida que avanzan las campanadas.Comienza uno a esbozar una sonrisa melancolica al pprincipio para ir despues, a medida que la historia avanza,cambiando la expresion y el sentir...muy bueno...aunque terrible al final.me gusto eso de combinar las campanadas con los recuerdos hasta llegar a la actualidad

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  2. Hola, Sergio, en verdad, sin adular, quiero expresarte lo mucho que me gustó leerte.. Repiqueteó cada palabra al son de esas campanadas en mi cabeza. Una joyita! Que placer!
    Vamos por más.

    Saludos,
    Sabrina

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  3. hola, Sergio: Cada campanada fue un son en mis recuerdos y realmente interesante, tanto, que hace que el lector tome velocidad, para llegar a la última campanada y saber así el final. Demás está que te diga ¡Felicitaciones! Espero la próxima con ansias.

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  4. Hola, Sergio. Relmente fascinante, breve, preciso y con un gran suspenso, lo que produce una rapidez en la lectura como objetivo de llegar al final. Siempre tan especial y pensante. ¡Congratulationts!

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  5. Hola, Sergio. Realmente he recorrido tus palabras con cada campanada haciendo un eco en mi interior... tratando de llegar a la meta para conocer el deseado fin... como siempre, un genio en tus escritos. ¡Congratulations!

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  6. Qué grande Sergio! Todo el suspenso que se incrementa con las campanadas...tremendo el final! Queremos más!

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